Mi barrio y el Comité

Por Boris L. García Cuartero

Crecí en una cuadra donde la esencia era la solidaridad entre los vecinos. Cada quien con sus características particulares y familiares –claro está, es de tontos pensar en la igualdad de pensamiento y comportamiento-; había que verlo en las fiestas del Comité, tras el paso de un ciclón y se cocinaba la caldosa para todos en la calle porque faltaba la corriente y nos agrupábamos en el farol para todos o se abrían los algibes de las casas de enfrente para repartir el agua… se compartía el plato de comida cuando escaseaba en alguna casa; nos íbamos de trabajo voluntario… también todos, o mejor, la gran mayoría.

Así aprendí a despalillar tabaco, a recoger mango o plátanos en la otrora fértil y próspera Juraguá, apilé palos, piedras y otros desechos durante la construcción del estadio Cinco de Septiembre… nos acompañábamos durante la guardia nocturna, sobre todo a las mujeres del barrio y con ellas nos fuimos más de una vez a otras tareas de la Federación. Hablo de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) y de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC).

Hablo de una infancia inolvidable, con los avatares propios del comienzo revolucionario en Cuba, mas pienso que crecimos felices –tampoco teníamos que preocuparnos por lo que faltaba o sobraba, éramos niños. En mi casa radicaba el Comité, con mi abuelo presidente por mucho tiempo, conocí sobre la ayuda a los demás, la unión para adornar la cuadra y lo hacíamos los muchachos, encaramados como monos en los árboles de majagua que había frente a cada casa…

Hoy puedo decir a conciencia limpia, que jamás se hizo daño a nadie, ni en averiguaciones, ni en comprobaciones, ni en opiniones con que conseguir el aval para algo. Aclaro que mi abuelo no eran San Ernesto, pero si fuera creyente, lo pondría en un altar, con asistencia espiritual y todo. Jamás mi CDR sirvió para chivaterías –como dicen algunos detractores por ahí-, o para echar a un lado a nadie… el viejo Cuartero no lo hubiera permitido… tampoco era un barrio de gente “conflictiva”, ni “gusanos”, ah, y tampoco éramos de “élite”.

Gente común y sencilla, de aquellos tiempos, en que todos y desde cualquier edad, nos dedicamos a construir. Recuerdo la movilización de la cuadra y sus iniciativas para sufragar el XI Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, celebrado en La Habana; como chiquillos al fin disfrutábamos las recogidas de materias primas, las fiestas cederistas y hasta el paso de la peregrinación cada 5 de Septiembre hacia el cementerio Tomás Acea… por mi cuadra transitaron los camiones cargados de muerte en esa misma fecha pero de 1957.

Y había conciencia de que la misión del CDR era preservar, mantener, revolucionar… y se hizo por mucho tiempo…Estaba actualizado el registro de direcciones –mi abuelo lo llevaba a pie juntillas con su letrica de maestro-, se participaba en las elecciones, en el referendo constitucional, en el censo de población y viviendas… en las concentraciones populares y patrióticas. En las celebraciones todo el mundo ponía un plato… a mi me encantaban las panetelas de nata que hacía Enma, es más, cuando me inventaba alguna trastada, mi abuela amenazaba con no dejarme siquiera oler el dulce de la vecina…

Que la situación cambió, bueno como cambia la vida, pero el barrio siempre fue el barrio, de cariños y añoranzas… lo se muy bien por lo que dicen los que ya no están. Esta vez volverá Cienfuegos a festejar el 28 de Septiembre –fecha de creación de los comités- con el primer lugar en la emulación nacional, aunque el barrio donde vivo ahora ni remotamente se parece al de mi infancia… las tareas parece que son otras, parece que cada vez son menos, pero en fin… pienso que han de ser las mismas: preservar, mantener, revolucionar…

De enfrentamiento a todo lo que atente contra la civilidad en el barrio, aunque la anarquía pugne por apoderarse de la convivencia… de mantener amarrados bien cortico a los que pretenden convertir en un hervidero la seguridad interna y eso no es chivatería, eso es no ser comemierda…

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