Mi abuela Cleo

Por Boris L. García Cuartero

 

Segunda de izquierda a derecha es mi abuela Cleo, el cuarto mi abuelo Cuartero

Segunda de izquierda a derecha es mi abuela Cleo, el cuarto mi abuelo Cuartero

Mi abuela Cleopatra Evarista Céspedes Rodríguez cumpliría este 26 de octubre 98 años de edad, de no ser porque una terrible enfermedad nos la arrancó hace algún tiempo, para dejarnos a todos –especialmente a mi- con ese vacío que se siente cuando falta alguien querido e imprescindible.

Mi abuela Cleo reinaba en el barrio- tenía nombre de reina- y con la estirpe de su primer apellido señoreaba entre los más admirados de la vecindad. Tenía un recio carácter y a la vez la pureza de sentimientos que falta a muchos semejantes, de esos me enseñó cuanto pudo, y créame que los asimilé, pero los guardo para quienes lo merecen… para el resto, la misma fiereza de su palabra, ardiente, incisiva, sin cortapisas… como algunos se la merecen…

Era su nieto preferido, pudiera decir con orgullo que no había nada más importante en este mundo que yo; la de veces que me defendió a ultranza ante las malcriadeces con mi madre; la de veces que “me encendió el lomo” cuando las malacrianzas se pasaban de castaño oscuro como solía decir. No obstante, me educó bien y se lo agradezco –también guardo esas enseñanzas para las mejores ocasiones…

“Haz caca, orina y toma agua antes de salir de casa; no pidas nada en ningún lugar; ¡saluda muchacho!; a las personas mayores se les trata de usted; ni mires, ni opines sobre lo que no debes; ni se te ocurra contestarle a una persona mayor; no te metas en las conversaciones de los adultos; ¡coge bien los cubiertos que la cuchara no es una guataca!; a las mujeres no se les daña ni con el pétalo de una flor; ¡ni te atrevas a levantar la voz más que la mía!; en la escuela pórtate bien, que la maestra no me de una queja…”

Toda una reglamentación para la vida que en ocasiones violé –por malcriado, claro. La de veces que tuvo que ir a la escuela por mis jodederas, era el diablo vestido de uniforme; la de veces que montó en camiones, máquinas, tractor y cuanto artefacto rodante existiera por tal de saber cómo estaba, cómo me portaba, por llevar la ansiada jaba de fin de semana a la beca, porque pasábamos un hambre del carajo… mas, creo, con el paso del tiempo, que de qué hambre hablábamos, ¡cómo se extrañan las sardinas petroleras y la carne rusa…!

Cómo sufrió mi abuela Cleo cuando me botaron de la escuela… por jodedor, claro. Solo que esa vez, luego de las reprimendas que seguro imagina, me hizo enderezar el camino y de qué forma…Cómo lamento haberle agraviado en ocasiones por mis jodederas, todavía le pido mil perdones cuando parado de frente a su tumba le reverencio la vida que todavía existe para mi, a cada momento, porque quisiera me viera adulto, despojado, repito, de alguna de sus exigencias, pero seguro como quisiera verme ser.

Aclaro, conservo todo lo aprendido, aplicables en tiempos pasados, cuando la amistad era verdadera, cuando quizás por estar jóvenes e inexpertos la bondad la compartimos entre necesidades y abundancias de espíritu… ahora no es igual, porque como la mala hierba crecen la envidia, la mediocridad de profesión y espíritu, las guerritas sordas y las miserias humanas… esas y esos a los que, como me enseñó bien mi abuela, llamo por su nombre, sin importarme un carajo las consecuencias, a fin de cuenta nadie es monedita de oro para caerle bien a todo el mundo… aunque sí, solo mi abuela…

Dejo las posibles consideraciones de mi abuelo, de mi madre, de mi tía y el resto de la familia, porque haría demasiado extenso este exorcizarme al amanecer de Dios –son las 6 y 22 de la mañana- como me decía, cuando ya temprano andaba dando tumbos por la casa y me enviaba de nuevo a la cama con tan solo mirarme de reojo…

Este 26 de octubre faltaré al cementerio, porque llueve aquí hace tres días y cuanto le ha dado la gana a la natura de echarnos agua encima. Será el primer año desde que falta en la casa para reinar con su nombre de reina y su apellido de estirpe mambisa… si volveré a repasar una y otra vez sus instrucciones y terminaré haciendo lo que quiero, a fin de cuentas no está para con enérgico ¡Boris Luis! sonarme la reprimenda del día… mi abuela me hace mucha falta… tendría un hombro fuerte y fiel donde llorar y compartir las miserias y alegrías de este mundo…

 

 

6 comentarios

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6 Respuestas a “Mi abuela Cleo

  1. juan carlos suarez

    A muchos nos hace falta una abuela o una madre que ya no estan muy bonito tu escrito

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  2. Oraida Miñoso

    Me ha emocionado mucho este escrito. He de decirte que recuerdo a tu abuela con mucho cariño. Nunca podré olvidar aquellos tiempos en Yaguramas, los domingos y los miércoles cuando nuestras madres y abuelas venian a la escuela. Cleo estaba siempre en la delegacion de Cienfuegos. Estoy segura que desde donde esta se siente muy orgullosa de la persona que con sus sacrificios asi educo.

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    • Querida Oraida, qué tiempos aquellos, me alegra mucho compartirlos contigo, pues desde entonces nos hicimos amigos. Si vieras cómo están aquellos naranjales que nos sacaron el kilo, destruidos, llenos de marabú, qué pena me dio cuando estuve por allá para un reporte periodístico. Los muchachos de ahora parecen de merengue, no se qué ha pasado por acá, y los padres peor… creo que me estoy poniendo viejo, pero dicen que todo tiempo futuro debe ser mejor, lo dudo con esta generación… me alegró saber de ti y cómo recuerdas nuestras buenos tiempos, un beso para y ti y saludos al resto de la familia.

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  3. Yo también recuerdo a la abuela Cleo, la abuela de todos. Realmente tu has heredado su bondad, su jovialidad y cariño por los demás. Gracias Cuatrero por este Requiem.

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