Fin a la injusticia

Por Boris L. García Cuartero

Nada impedirá que se apague la solidaridad que caracteriza a los cubanos, el desprendimiento que nos hace diferentes, el sentir la causa ajena como propia. Entre dificultades y conquistas siempre habrá el tiempecito necesario para levantar la voz y exigir por la liberación y regreso a la Patria de Tony, Gerardo, Fernando y Ramón.

Ya son 15 años de injusto encierro. Injusto, si, porque digan lo que digan, nada es más noble que arriesgar la vida propia por el bien común y así lo hicieron nuestros Héroes, probado está que no representaban peligro alguno para la seguridad nacional de Estados Unidos, sino todo lo contario, los terroristas que esa nación ampara, si son un peligro para la seguridad y estabilidad de Cuba.

Las voces de reclamo que no se han apagado en estos 15 años retoman fuerzas para desde muchos rincones del orbe –y más desde la Patria común- pedirle al presidente Obama que libere a los hermanos presos, aunque el emperador esté ahora mismo muy ocupado en su nueva cruzada contra la paz mundial…¡vaya Premio Nobel que nos regaló la Academia!

Y seguiremos en el combate hasta que se le unan a René y puedan entonces, y desde Cuba, los Cinco continuar en la defensa de la humanidad, que buena falta hace a todos los humanos…

6 comentarios

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6 Respuestas a “Fin a la injusticia

  1. Me he tomado mi tiempo Boris antes de opinar sobre un asunto tan manipulado como este pero al fin he encontrado un articulo escrito por alguien con mucha mas facilidad de enhebrar las palabras y los conceptos que yo, capaz de resumir lo que pienso al respecto y me permito copiar extractos de ese escrito en tu blog, damos por sentado que discrepamos en las maneras de interpretar las cosas pero no por ello somos automaticamente enemigos, entonces aqui va el asunto.

    La última pirueta propagandística del régimen y sus jenízaros en el extranjero sobre los espías de la Red Avispa condenados en EEUU, que presentan como “héroes antiterroristas”, ha sido un llamado a portar cintas amarillas para reclamar su liberación.

    Como los cubanos no tienen cintas amarillas -ni de ningún color- el gobierno las suministra, porque los reclamos son parte de un enorme circo con el que se pretende que se olviden escasez de alimentos, bajos salarios, doble moneda, epidemias, falta de viviendas, transporte que no aparece, pérdida de valores morales, fraude, corrupción, y golpizas a opositores.

    ¿Cómo puede quejarse el régimen de la doble moral de los ciudadanos y de que no sean honestos, si miente al llamar a sus espías luchadores antiterroristas. Intentar penetrar instalaciones militares como el Comando Sur y bases aéreas y navales no es espionaje, sino antiterrorismo, solamente en el país de las maravillas de Alicia o en la propaganda elaborada en el Macondo tropical de la finca de los hermanos Castro, llamada también República de Cuba.

    Por mucho menos que los espías de la Red Avispa, y en ningún caso por actividades violentas ni comparables en intención, acción o resultados con la de los espías, 75 cubanos fueron encarcelados durante la Primavera Negra de 2003, tras juicios sumarísimos sin garantías, que duraban pocas horas, donde fueron condenados a penas de hasta 28 años de prisión por “delitos” tales como tener un equipo de fax o una cámara fotográfica común en su casa. Esa es la justicia del castrismo.

    ¿Qué moral tiene para reclamar la libertad de sus espías capturados, confesos y convictos, el gobierno que durante más de medio siglo ha encarcelado injustamente a miles y miles de cubanos en las peores condiciones penitenciarias? ¿Qué moral para pretender que un país viole sus propias leyes por complacer a un gobierno extranjero que siempre se ha empeñado en hacer el mayor daño posible a Estados Unidos? ¿Qué moral para quejarse de las condiciones carcelarias de sus espías? Si parecen estar en hoteles de cinco estrellas cuando se compara con las prisiones cubanas donde purgan condenas los prisioneros de conciencia del castrismo. El primer espía que cumplía condena, todavía en libertad condicional, recibió dos permisos de las autoridades norteamericanas para visitar Cuba por asuntos familiares. Nunca La Habana ha concedido tal privilegio a nadie.

    La batalla que el régimen pretende ganar en el plano emocional con demagogia, o con cansinas reiteraciones sobre supuestas arbitrariedades legales, y que siempre encuentran acólitos en el resto del mundo para repetirlas y mantener activa la cantaleta, no tiene futuro práctico, pero se utiliza para entretener a los cubanos de la Isla y desviar su atención de acuciantes problemas que les afectan diariamente, para los cuales el gobierno no tiene soluciones.

    La Habana ni tiene fuerza para obligar a Washington a complacerle, ni ofrece nada atractivo para los objetivos americanos. Intentó negociar prisioneros de la Primavera Negra por sus espías, sin resultado. Después detuvo y condenó injustamente a quince años de prisión al norteamericano Alan P Gross para negociarlo, también sin resultados.

    El régimen no logrará sus caprichos con demagogia, escándalo, canciones y cintas amarillas. Lo que gasta en propaganda y demagogia en este tema podría destinarlo, por ejemplo, para importar leche en polvo. Porque los niños cubanos, aunque cumplan siete años, tienen derecho a tomar leche, como los espías presos en Estados Unidos.

    Si de verdad al régimen le interesa negociar a sus espías, por las calles de Cuba pasean tranquilamente decenas de delincuentes norteamericanos reclamados por la justicia de Estados Unidos, no por motivos políticos ni por “antiimperialistas”, sino por hechos de sangre y delitos comunes condenables en cualquier lugar del mundo. Podrían ser una oferta interesante a negociar con Estados Unidos alrededor del tema de los cinco espías, (que ya son cuatro en estos momentos).

    Sin embargo, es difícil que veamos eso. Los espías le convienen más al régimen en cárceles de Estados Unidos que en la calle. Y como hay condenas largas, el gobierno cubano supone que tendrá asegurada propaganda y demagogia por mucho tiempo.

    Aunque, en realidad, no sería de extrañar que la dictadura termine antes que los espías cumplan sus condenas. Porque en un caso existen hasta dos de cadena perpetua.

    Y por muy optimistas que sean los Castro y su camarilla, no creerán ser inmortales.

    Me permito añadir que esta ultima payasada de las cintas amarillas no es mas que otro despilfarro de recursos, esfuerzos y tiempo que muy bien pudiesen haberse empleado en sanear la muy deficiente higiene publica y los sistemas de acueducto y alcantarillado del pais que han provocado la epidemia de colera (ese es su nombre real, no malestares estomacales como se le ha pretendido disimular) que afecta a la poblacion total de la Isla, no solo a cuatro ciudadanos que ni tan siquiera viven alla.

    Saludos, Bolufe.

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    • En este caso no coincidimos en criterios, bueno eso ya lo sabes. NO creo que el gobierno cubano tenga necesidad de manipularnos en ese sentido y mucho menos entretenernos para olvidar lo que bajo ningún concepto puede olvidarse y que es en ocasiones, una triste realidad.
      Imagino cuánto se dice de los Cinco por allá y por eso ¿tienen la razón? ¿es que acaso nuestra opinión no cuenta en este asunto? Lamento no entrar en consideraciones, y no por falta de criterios o elementos, sino porque sería la historia sin fin, cada quien con los suyos y la verdad amigo mío, no es absoluta, ni para ti ni para mi, saludos desde Cuba

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  2. Otro comentario Boris, en aras de esclarecer la verdad y descartar la manipulacion politica interesada, debemos informarnos de los hechos probados (reitero lo de probados e irrefutables mas alla de cualquier duda o pretendida malversacion legal) que determinaron las sentencias originales y las obtenidas en los procesos de apelacion con todas las garantias judiciales posibles supervisadas por organismos legales independientes y escudriñadas por la prensa norteamericana y cubana.

    Saludos, Bolufe.

    Hay que quitarse el sombrero ante Los Cinco. No se rajaron bajo la presión de la fiscalía, prefirieron arrostrar penas completas de cárcel y siguen aferrados a sus ideales. Sólo que su heroísmo se defiende con la amalgama i(deo)lógica de que no se infiltraron en EEUU para espiar y acabaron siendo víctimas en juicio de una conspiración tejida por Washington con la prensa hispana de Miami.

    La defensa ha terminado alegando que la Oficina de Transmisiones a Cuba (OTC) “contrató deliberadamente y pagó de manera secreta a propagandistas comprometidos a influir sobre el jurado,” aunque los defensores ni siquiera saben cuáles de los jurados [tres anglos, tres afros, cinco hispanos —ninguno de origen cubano— y uno de ascendencia filipina] leían los periódicos, oían la radio o veían la televisión de Miami en español.

    La defensa vino por camino trillado al solicitar cambio de sede y aportar encuesta sociológica del Dr. Gary Moran sobre Miami-Dade como condado hostil para el enjuiciamiento imparcial de Los Cinco. Así mismo lo hizo —con Moran y todo— el abogado James McMaster hacia 1982 en defensa del agente castrista Fernando Fuentes-Coba, pero igual solicitud había presentado en 1968 Melvyn Greenspahn, defensor del anticastrista Orlando Bosch, porque la prensa de Miami lo juzgaba de antemano como cabecilla del grupo terrorista Poder Cubano.

    Antes de que la defensa solicitara trasladar el juicio al condado limítrofe de Broward, la fiscalía pudo darse el lujo de pedirlo en condado más alejado y con jurados sin ascendencia hispana que no supieran español ni leyeran, oyeran ni vieran la prensa en inglés de Miami. Pudo y debió darse tal lujo porque desde siempre tuvo un caso de espionaje prima facie, esto es: “con pruebas acusatorias suficientes para barrer con la defensa” (Hernández v. Nueva York, 1991).

    A poco de caer diez miembros de la Red Avispa el 12 de septiembre de 1998 en redada del FBI, Fidel Castro preparó la amalgama de que infiltraba agentes en EEUU para buscar “exclusivamente información sobre las actividades terroristas contra Cuba. [No] nos interesa ningún informe sobre su dispositivo militar [ni] enviar espías a ninguna base militar” (CNN, 19 de octubre de 1998).

    No hacen falta más pruebas en contrario que los mensajes entre la Dirección de Inteligencia y la Red Avispa. El FBI descifró las órdenes precisas de la DI y los ademanes concretos de la red para penetrar el Comando Sur (Miami) y las bases de Boca Chica (Cayo Hueso) y MacDill (Tampa).

    Un mensaje de la DI comunicó a Giro que “la Oficina Central decidió que el Comando Sur, que pronto estará ubicado en Miami, deberá ser asignado a un grupo de camaradas: Mario [Joseph Santos], Julia [Amarylis Silverio], Gabriel [?] y Lorient [Antonio Guerrero], bajo la dirección del camarada Allan [Ramón Labañino].” En otro mensaje la DI ordenó a Lorient, quien ya había conseguido empleo en Boca Chica, “continuar con la obtención de información militar, (…) buscar nuevas relaciones y hacer más estrechas las que ya posee, con el objetivo de lograr una penetración más amplia.”

    Lorient informó a Giro que había trabado amistad con un tal Brian, “hijo de un militar que es jefe en la terminal naval de la base aérea de Guantánamo (…) Debido a los lazos militares de esta relación, continuaremos desarrollándola (…) Va a empezar su servicio militar en la Fuerza Aérea [en] Texas, pero no sé a qué base. [S]eguramente nos dará importante información en el futuro.”

    No importa que la red nunca obtuviera información militar clasificada ni dañara ni pusiera en peligro la seguridad nacional de EEUU. Es cosa de manual viejo que conspirar no atañe al resultado, sino al acuerdo y la intención (“Developments in the Law: Criminal Conspiracy,” Harvard Law Review, Vol. 72, No. 5, marzo de 1959, página 922). Ni siquiera viene al cuento que nunca hubo intención de dañar a EEUU, porque la conspiración para espiar se define en disyuntiva: “to the injury of the United States or to the advantage of a foreign nation” (18 U.S.C. § 794).

    Así que para ser espía basta con estar al acecho a favor de nación extranjera. La sanción por ello es harina de otro costal. Hasta el veterano de la CIA Howard Hunt (1918-2007) estimaba que no tenía sentido gastar dinero de los contribuyentes en la penitencia de Los Cinco y era mucho mejor canjearlos por presos en Cuba.

    La cadena perpetua que arrastra Giro por el derribo de las avionetas de HAR no trae su causa eficiente de que la prensa de Miami envenenó a los jurados, sino más bien de que su abogado, Paul McKenna, no vino a defenderlo de la conspiración, sino a defender al gobierno cubano de asesinato.

    McKenna contrarió también la resolución (1996) de la Organización Internacional de la Aviación Civil (OIAC) y las pruebas de que habían sido derribadas sobre aguas internacionales: los radares de EEUU con registro en memoria electrónica, el crucero noruego Majestic of the Sea y el barco pesquero Tri-Liner.

    Los jurados escucharon el “parte de guerra” del piloto: “¡Le dimos, cojones, le dimos! (…) ¡Patria o Muerte, cojones, la otra abajo también!” Rui Ferreira (El Nuevo Herald) reportó que “una monja se bendijo y comenzó a sollozar”. Esta monja y la grabación, Buchner y sus coordenadas, pero sobre todo McKenna y su defensa quijotesca influyeron más sobre el jurado que todos los medios de prensa de Miami juntos.

    El agente del FBI Oscar Montoto contó que, durante el traslado a la cárcel federal, Giro había lamentado la muerte de los cuatro miembros de HAR, pero culpado a su líder, José Basulto, como único responsable y aun comentado que EEUU debió tumbar las avionetas antes que Cuba. Al llegar a la prisión, el exjefe de la Red Avispa preguntó: ¿Cuál de nosotros la cagó? Montoto no respondió, pero tal parece que fueron todos.

    Boris, un par de comentarios inteligentes e informados que abundan inparcialmente en el tema.

    Hubo mucho más arrestados en este caso. Sólo estos cinco no transaron. Los demás echaron palante hasta maría santísima, y ya algunos andan en libertad incluso. El único culpable de que estén presos es Fidel Castro. Primero, empezó a darle al FBI datos sobre supuestos terroristas en Miami, información que al final los estadounidenses pudieron trazar hasta ellos. Y después, cuando los arrestaron, anunció públicamente que habían sido enviados a EEUU por Cuba. A estos cinco les hubiera ido mejor callándose las bocas, pero después de esa confesión del Comandante, ¿qué les quedaba hacer?

    Los venían siguiendo desde esa fecha porque durante un tiempo el gobierno cubano estuvo compartiendo información con el FBI sobre presunta «actividad terrorista» en Miami. EEUU le tomó la palabra y envió agentes suyos a La Habana para revisar los datos que Cuba aportaba al respecto. Todos estos datos apuntaban a un origen: dieron primero con René González y con Roque, porque la mayor parte de la información provenía de una organización, Hermanos al Rescate. Obviamente, no había actividad terrorista que investigar en ese grupo, y lo que sí pasó es que encontraron el origen de estos informes. Aunque parezca raro, informar a un gobierno extranjero sobre asuntos como el terrorismo es un delito para un ciudadano o residente de EEUU que no esté inscrito como agente extranjero. Después de fijar su atención en esos dos señores, y luego de un seguimiento autorizado por instancia judicial federal, fueron dando con el resto de la Red Avispa, que en total fueron como 12. Sólo estos cinco se negaron a cooperar. Aunque para cuando cayeron presos y Fidel Castro «confesó» públicamente por ellos, ya estaban perdidos. Así que sí, el Comandante les hundió. Primero, porque sus órganos de inteligencia facilitaron dar con ellos, y segundo, porque a confesión de partes, relevo de pruebas. Así de simple. Ah, y todo esto está ampliamente documentado. Ha sido publicado en diarios y revistas.

    Un largo artículo de El Nuevo Herald reveló esta colaboración FBI-Cuba años después de los arrestos y juicios. También indicó que fue el primer indicio para las autoridades norteamericanas de que había espías funcionando en su territorio. Esta colaboración se dio entre el 92 y el 93, cuando Cuba empezó a inquietarse por los vuelos que Hermanos al Rescate hacían sobre sus aguas territoriales ocasionalmente. A los agentes que fueron a La Habana no les costó mucho trabajo percatarse de que mucha de la información que les daba Cuba provenía de personas al interior de Miami y la organización.

    Eran espías, y punto. Que no supieran exactamente los planes del gobierno cubano de ametrallar aviones no exime a su cabecilla de responsabilidad alguna. Lo cierto es que si alguien te advierte de no montarte en esos vuelos en determinadas fechas no es porque vaya a hacer mal tiempo precisamente. Eso te lo dice meteorología. Tendría que ser demasiado tonto el señor Gerardo Hernández (el único condenado por ese asunto de las avionetas, por cierto) para no imaginarse siquiera de qué se trataba. El espionaje es una actividad muy seria, y estos señores sabían perfectamente a lo que se exponían. Eso, o habían visto demasiados episodios de Sector 40. Lo cierto es que espiaron, los descubrieron, no huyeron a tiempo y fueron a parar a la cárcel. ¿De qué se quejan? En tiempos de guerra hubieran podido darles la pena de muerte, y a fin de cuentas, las cárceles en este país tienen hasta aire acondicionado.

    Creo que es mas que suficiente Boris en relacion a este turbio asunto. Saludos y respetos, Bolufe.

    P.D. Mis mejores deseos en el Festival de la Radiodifusion Cubano.

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    • Creo haber dicho suficiente en el comentario anterior. Cada quien no su versión amigo y no quiero siquiera entrar en una controversia contigo. Sabes como pienso y cuántas explicaciones podría darte que también son mi verdad, la que conocemos de este lado y de la cual también se publica en diversos medios de prensa aquí, saludos Boris

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