De la nostalgia y otros demonios

Por Boris L. García Cuartero

hotel-jagua-cienfuegos4Leyendo a mi vecino Lamelo –en Cuba, en mi edificio, quise decir-, recordé una reciente experiencia, también en otro renombrado cabaret del hotel Jagua. Esta vez no tendrá que ver con mi también vecino Leo, ilustre gay cienfueguero, pero sí con la nostalgia y otros demonios, allá voy…

(por cierto, tendré que enseñarle a Leo esta remembranza, ¡qué tiempos aquellos que ya pasaron, pero que conviene recordar…de seguro reirá a mandíbula batiente, porque como disfruta de su popularidad entre los coterráneos de aquella generación)

Ahora sí. Fui al “Guanaroca” invitado por los muchachos del proyecto Viva, pues querían –y yo también- viera lo que harían el pasado 30 de diciembre en televisión, como invitado al fin, pasé por encima de la fila de muchachos –entiéndase cola- que deben pagar tres CUC, 75 pesos moneda nacional, para ver el espectáculo, con derecho a consumir uno, qué no se para qué les alcanzará, porque una cerveza cuesta 1.50 CUC, 37.50 en pesos cubanos.

Pude franquear sin problema alguno la fila de quienes impiden que camines más allá de las puertas del cabaret –para los cienfuegueros, sabrán de qué hablo- y por supuesto, la bebida, ubicación de la mesa y atenciones, corrieron a cargo de los anfitriones, nada, suerte que tiene uno… ah, no compré el ticket de la rifa porque realmente no me di cuenta, ni pregunté luego el valor, cuando alguien casi al final de la noche recibió como premio una caja de cerveza… ¡no digo yo!, a esos precios podían “regalar” más.

Créanme que la nostalgia se adueñó del grato momento. Recordé de golpe y porrazo mis noches e inicio de madruga en ese mismo cabaret… el mismo ambiente, casi que la misma gente, solo que ahora con otras vestimentas, otros intereses… en aquel entonces, salía del “Jagua” corriendo para mi casa, bueno los taxis estaban en la puerta del hotel… me cambiaba de ropa y con el mismo apuro me iba a la terminal de ómnibus a coger la guagua para Santa Clara, salía a las cuatro de la mañana y llegaba justo para cambiarme a la de la Minerva y llegar a la Universidad cuando sonaba el timbre del primer turno y con un olor del carajo a Flor de caña, la bebida nicaragüense…

…dudo que muchos de los que estaban esa noche al otro día se fueran a la Universidad; tenían caras, algunos, de dormir toda la mañana, algunos quizás en sus casas o en ajenas, algunas quizás por ahí, acompañadas de alguien que no habla su mismo idioma, pero si dispuesto a pagar un rato de placer… para el acompañante, la otra parte de la pareja, también dudo que disfrutara el momento…

El espectáculo de Viva, nada que ver con lo que conocí en ese cabaret. Tecnología a pulso, sin brillos ni lentejuelas, pero bien para estos tiempos. Bailé como un loco, como en otros tiempos, pues hacía rato no me daba el gusto de irme de farra a un centro nocturno…bueno, ahora hay que pensarlo bien, con esos precios…

Antes costaba apenas diez pesos la entrada –no existía el CUC, así que no haga la conversión. Tenías segura la botella de Flor de caña y dos Canada dry para rebajar el alcohol, luego, pues a buscar a un besuqueón –como la historia de Lamelo- o a un entretenido bailador y estaba segura la bebida de la noche…

(era el mismo método si te colabas por las ventanas del segundo piso…no me fijé si todavía existe aquella entrada para los artistas, por donde había una puerta con reja, y era esa la escalera al cielo… digo al cabaret, más en las noches de Carnaval internacional, aquella suerte de entretenimiento para los turistas tontos, fuente inagotable de bebida para los pillos…)

A lo que voy: cómo coño esa muchachera pagará la entrada al cabaret, porqué ya no se puede caminar por el lobby de nuestro insigne hotel, ni sentarse en la piscina un rato aunque sea a mirar la noche, ni pagar una habitación para esa noche, porque ahora cuestan un mundo –si mal no recuerdo eran 17 y 35 la suitte, en pesos, ya dije que no existía el CUC y si te sorprendían con un dólar, derecho a la Policía- qué pasará que se ve peligro en todas partes… será porque ya los turistas no son tan tontos…

En una máquina que me costó diez pesos –en moneda nacional- regresé a casa… bueno, nos quedamos en el Rápido del malecón y entonces desperté también a golpe y porrazo, porque con unos cuantos tragos encima uno no mide los gastos y una noche es una noche… al otro día… qué manera de sentirme mal en el trabajo, qué manera de gastar dinero, sí, claro que uno se lamenta, porque hace falta para llegar a fin de mes…¡cómo cambian los tiempos!

 

 

 

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